jueves, 26 de marzo de 2009

PERSPECTIVA PARA LA ECONOMIA MUNDIAL


Las presiones en los mercados financieros de los Estados Unidos, que comenzaron a surgir en el verano de 2007, se transformaron en una crisis financiera mundial de grandes proporciones en el otoño de 2008: los mercados de crédito se congelaron; los mercados de valores se derrumbaron y una seguidilla de insolvencias puso en peligro a la totalidad del sistema financiero internacional. En un principio, el enorme volumen de liquidez inyectado por los bancos centrales y el amplio espectro de medidas de emergencia adoptadas por los gobiernos fueron insuficientes para contener la crisis.

La respuesta normativa, inicialmente vacilante, se ha vuelto cada vez más robusta. El gobierno de los Estados Unidos aprobó un paquete de rescate por valor de US$700.000 millones y ha adquirido acciones en nueve bancos de primera línea y varios bancos regionales importantes. Además, se han creado diversas garantías de deuda y de depósitos. Al mismo tiempo, los gobiernos europeos han anunciado planes para inyectar capital y adquirir activos bancarios por valor de unos US$460.000 millones, así como garantías de deuda bancaria por casi US$2 billones. En la fecha del presente informe —20 de noviembre de 2008—, los mercados permanecen volátiles a pesar de la naturaleza enérgica de estas medidas y las señales de que las condiciones crediticias están mejorando levemente en los países de ingreso alto. Los márgenes de las tasas de interés de deuda tanto soberana como privada para países en desarrollo han seguido aumentando, y un número cada vez mayor de países se ha visto obligado a solicitar asistencia al Fondo Monetario Internacional (FMI).

En 2007, durante las etapas iniciales de esta crisis financiera, los efectos de la conmoción financiera fueron relativamente moderados en los países en desarrollo. Empero, al intensificarse la crisis en 2008 y especialmente desde mediados de septiembre, se ha registrado un aumento de la aversión al riesgo (que brilló por su ausencia durante el auge precedente), y los flujos de capital a los países en desarrollo se han estancado. En consecuencia, las monedas de un amplio espectro de países en desarrollo se depreciaron marcadamente y los precios de las acciones de mercados en desarrollo han perdido casi todo lo ganado desde comienzos de 2008. Las ofertas públicas iniciales de acciones han desaparecido, y las primas de riesgo han aumentado a más de 700 puntos básicos sobre los bonos soberanos y a más de 1.000 puntos básicos sobre la deuda de empresas de países en desarrollo. No se dispone de datos muy recientes sobre el financiamiento bancario y la afluencia de inversión extranjera directa, pero todo indica que estos flujos también han disminuido, aunque en menor medida.

Prácticamente ningún país, ni en desarrollo ni de ingreso alto, ha escapado al impacto de la crisis generalizada; empero, los efectos han sido menores en los países que tenían sólidas variables fundamentales cuando estalló la crisis. El deterioro de las condiciones de financiamiento ha sido más grave en los países con grandes déficits en cuenta corriente y en aquellos en los que se observaban señales de sobrecalentamiento y donde la generación de crédito era insosteniblemente rápida antes de que se intensificara la crisis financiera. De los 20 países en desarrollo cuyas economías han reaccionado más abruptamente al deterioro de las condiciones (medido en función de la depreciación del tipo de cambio, el aumento de los márgenes y la baja en los mercados de acciones), seis pertenecen a Europa y Asia central y ocho a América Latina y el Caribe.

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